Los diez delicados relatos de este libro retratan a personas corrientes de la Rusia postsoviética –médicos, maestros de escuela, políticos locales, delincuentes comunes– cuyos caminos se cruzan, de forma natural aunque impredecible, en atmósferas grises pero dotadas de un singular encanto. Máxim Ósipov se sirve de su experiencia como cardiólogo en el modesto hospital donde pasa consulta para crear unas historias llenas de compasión, lirismo y engañosa sencillez que recorren el sutil camino que va de lo individual a lo colectivo. Como en una comedia negra chejoviana -al fin y al cabo Chéjov también fue médico-, en estas páginas conviven la corrupción y la violencia cotidiana con el humor, la ternura y la promesa de redención. Ósipov puebla sus narraciones de personajes variopintos y gracias a una extraordinaria capacidad de observación nos hace partícipes de sus tragedias y frustraciones, pero también de momentos de sublime epifanía y belleza. Los cuentos que componen este volumen, escritos entre 2009 y 2017, lo han confirmado como uno de los más destacados autores de la literatura rusa contemporánea.
«Me encanta la prosa de Maxim Ósipov. Empecé a releer sus historias y me di cuenta de que su literatura se lee ahora como una especie de diagnóstico: un diagnóstico preciso e implacable de la vida rusa.» Svetlana Alexiévich
«Uno de los escritores contemporáneos más destacados de su país, entre otras razones, por su extraordinaria capacidad para renovar el repertorio formal del relato breve ruso.» Patricio Pron (Babelia – El País)
«Diez retratos de personajes de la cotidianidad que nos acerca a ese "alma rusa" que tiene una mezcla de melancolía y romanticismo capaz de los mayores ideales revolucionarios de igualdad y de la aceptación más apática ante la tenaza del poder.» Antonio Iturbe (La Vanguardia)
«Ósipov es un excelente observador, con una percepción afinada de los lugares y las existencias cotidianas.» Ernesto Calabuig (El Cultural)
«Ósipov cumple con una doble expectativa: la de interesar al lector en cierta melancolía eslava, embargada por la desmesura (…) y la de aproximarnos al cráter, a la realidad en huecograbado de la URSS. (…) Ósipov se presenta como un escritor flexible e imaginativo, con una notable facilidad para el diálogo.» Manuel Gregorio González (Diario de Sevilla)
«Ósipov encuentra el equilibrio adecuado entre la honestidad brutal y la comodidad tranquilizadora. Un agradable descubrimiento.» Luis M. Alonso (La Nueva España)
«La cotidianidad y ese discurrir del "nunca pasa nada" están ahí, pero sus relatos se abren en direcciones inesperadas y amasan un sibilino sentido del humor que desembocan en una maravillosa y escurridiza extrañeza. (…) [Ósipov es] un narrador al que hay que saborear con calma, atentos a la precisión de sus frases y a la magia de sus elipsis.» Juan Cervera (Rockdelux)
«El pueblo de estas historias configura un microcosmos de la Rusia moderna, donde la corrupción permea casi cada eslabón del engranaje social y el poder es sinónimo de robo.» Phoebe Taplin (The Guardian)
«En estas historias, los límites entre la esperanza, la desilusión y el engaño se difuminan. Ósipov es un maestro de la ironía dramática y consigue un humor agridulce del cruce entre lo que el lector percibe y el protagonista se pierde.» Laura Kolbe (The Wall Street Journal)
«Los cuentos de Piedra, papel, tijera tienen una fuerza enorme. Algo vibra en ellos, están recorridos por una rara tensión que los sujeta y los eleva (…) tienen el tono perfecto para retratar una Rusia en la que conviven quienes celebran cada día haber dejado atrás una vida de opresión, miedo e injusticia, con quienes recuerdan esa misma vida con nostalgia.» Eva Cosculluela (ABC Cultural)
«Ósipov nos ofrece una mirada cargada de doloroso escepticismo, de amarga resignación ante la triste cotidianidad y la desilusión continua, que hunde sus raíces en el pasado y que no ha conseguido desaparecer. (…) En un estilo impresionista, Ósipov se dirige a nuestra conciencia y la llena de inquietud. Y es dentro de esta inquietud donde surge la posibilidad de la comprensión.» Soledad Puértolas