Este libro contiene, escrito en la lengua nuestra de cada día, el contenido de un códice medieval que narra las gestas de Rodrigo Díaz de Vivar, llamado por todos, moros y cristianos, el Cid Campeador. En tres cantares quiso el narrador partir el relato de las hazañas del héroe. En el primero, Cantar del destierro, se cuenta cómo, perdido el favor de Alfonso VI, rey de León (1065) y de Castilla (1072), llamado Emperador de toda España, el Cid hubo de marchar al destierro con los suyos, y en tierra de moros ganar el pan para su gente. En el segundo, Cantar de las bodas, el Cid conquista Valencia, donde vive, por merced del Rey, con su familia; derrota a los moros que querían quitarle la ciudad y envía mensajeros a don Alfonso con riquezas de gran valor. El Rey honra con su gracia otra vez a Rodrigo, y casa a las dos hijas de su fiel vasallo con los Infantes de Carrión, nobles leoneses que quieren medrar a la sombra triunfante del héroe. En el tercero, Cantar de la afrenta de Corpes, se declara la mala condición de estos Infantes; primero muestran su cobardía, y luego, cuando marchan desde Valencia a sus tierras de Carrión, quieren vengarse del Cid maltratando cruelmente y abandonando a sus mujeres en el robledal de Corpes. El Cid pide justicia, según derecho, al Rey, y éste la concede, de suerte que el héroe queda desagraviado, y los de Carrión y sus parientes y amigos, vencidos. Las hijas de Rodrigo casan de nuevo con Infantes de Navarra y Aragón, y acaba el Poema con la exaltación de la honra del Cid, emparentado con Reyes de España.
"Él vierta añejo vino en odres nuevos", M. Menéndez Pelayo
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