Esta obra invita a una disciplina, la semiótica, y presenta un ramillete de asuntos que tocan al arte, la literatura, la religión y la cultura. La semiótica es el estudio del sentido, que los hombres suelen buscar con denuedo. Aunque podemos esforzarnos mucho en pensarlo correctamente, el sentido se vive, de entrada, en acto, y luego se comprende. Lo cual nos apremia a recordar que el sentido está disponible para todos, y no únicamente para el semiólogo, el especialista que procura comprenderlo.
Tanto si buscamos el sentido como si intentamos pensarlo, lo que cuenta es la transcendencia de la pulsión semiótica: el impulso hacia el sentido tiene consecuencias existenciales, puesto que crea y modifica el ser y el hacer del hombre, y proyecta a este más allá de sí mismo. Una vez que el sujeto humano ha intuido aquello que se presenta como las formas de una vida verdadera, el mundo ya no parece un lugar inhóspito, sino el escenario donde escuchar, y seguir, las instrucciones del sentido.
Las promesas del sentido no siempre se cumplen. Pero cuando lo hacen se experimenta valor, el otro nombre del sentido, esa sutil dimensión de los sujetos, objetos y hechos del mundo que se diría más grande que ellos, porque los vincula con lo que los excede: con la vida, con lo sagrado, con lo colectivo.