De todos los países que esta gran dama recorrió en una vida entregada al estudio y el vagabundeo erudito, India se despliega como un mundo de sabiduría inabarcable. No hay un caso comparable a lo largo del siglo XX, no lo hay entre otras viajeras, exploradoras o estudiosas de su época si nos atenemos a la complejidad de su experiencia in situ y no en las frías bibliotecas. Fue única, singular, una insólita mezcla de coraje, curiosidad intelectual, inteligencia, y resistencia física y emocional.
La escritora que aparece en estas crónicas es ya una mujer serena, culta, segura de sí misma y de sus conocimientos, que afina visitando y debatiendo con sabios brahmanes —hablaba pali, hindi, sánscrito, escribía en inglés a pesar de ser franco-belga— ganándose su respeto, y participando en ceremonias a las que pocos extranjeros eran invitados. Se codea por igual con maestros y sadhus, con ricos marajás o doctos europeos; siempre discreta y vistiendo ropa local. Recoge información sobre los dioses, sus cultos y ceremonias, los textos sagrados, las costumbres, y no duda en desenmascarar con humor y astucia a falsos sadhus, sanyâsins y gurus de toda condición; reniega del sistema de castas y aporta valiosa información sobre la vida de las mujeres indias. Su relato sigue siendo hoy una lectura deslumbrante.
"Yo nunca fui a la India como turista; a lo largo de los muchos años que pasé allí, me limité a estudiar los aspectos profundos de la mentalidad religiosa de los indios".
ALEXANDRA DAVID-NÉEL