Mientras Ulises recorre el mundo y relata sus hazañas, Penélope permanece inmóvil, soporta la espera, teje y desteje su obra, permaneciendo de paso fiel a su marido: cuando el hombre se va, la mujer espera su regreso. Y es que la historia clásica de los viajes y las exploraciones ha ignorado magistralmente esos trayectos y escritos femeninos. Cuando esta exclusión es sistemática, podemos hablar entonces de una verdadera intención de invisibilizar el viaje femenino. En el mejor de los casos, se las presenta como prostitutas o mentirosas; en el peor, han caído en el olvido.
Lucie Azema, inspirándose en relatos reales de la literatura de viajes de mujeres, como los de Isabelle Eberhardt, Alexandra David-Néel, Ella Maillart, Annemarie Schwarzenbach, Nellie Bly, Anita Conti y otras, y en su experiencia personal, evoca territorios erotizados (como el harén), denuncia la visión masculina de la aventura y se interesa por la tensión entre viaje y maternidad. La consigna de la autora es que hay que ser libres de viajar y para viajar. Este libro está dedicado a aquellas mujeres que ya han partido de viaje o que aún no se atreven.
«Históricamente, las mujeres son seres cautivos y, por eso, el viaje es uno de los medios más simbólicos y más fuertes para liberarse de esa condición: viajar para una
mujer constituye un acto fundador, es decir "voy donde quiero, solo me pertenezco a mí"».
Lucie Azema